10/9/08

la esperanza es lo último que se pierde

La esperanza es la capacidad de confiar en que se hará realidad algo que aún no se ve.
Pero la esperanza es no solo la capacidad de confiar en que se hará realidad algo que aún no se ve, sino que además es algo que no depende solo de nuestras propias fuerzas ni de nuestro empeño. Es algo que “se nos da”, “que llega”, no lo “hago venir” yo. Por eso la esperanza cristiana está tan unida también al “aguardar”, al “recibir”. Y unida, por tanto, al “contemplar”, que es aguardar, acoger a Dios en la realidad.
Es verdad que el compromiso transformador de la realidad es una dimensión fundamental de la esperanza cristiana: la capacidad de comprometerse por hacer realidad aquello que se espera. No es una esperanza meramente pasiva, no espera de brazos cruzados. Es una esperanza que cree en la utopía y la trabaja. No sólo en la utopía que habita la historia de la humanidad de unos cielos y una tierra nueva sino que cree y trabaja la utopía que está encerrada en el corazón de cada persona, de mi realidad cotidiana, de mí misma.
Pero también es cierto que todo compromiso con cualquier realidad, para sostenerse, para durar, para ser auténtico compromiso ha de contar no sólo con mucha capacidad de utopía y de empeño. También, y como sostén de esa utopía y de ese empeño, ha de contar con la PACIENCIA porque en la vida hacemos muchas veces la experiencia del fracaso de nuestras expectativas, la frustración de nuestros mejores deseos, la resistencia de la realidad a pesar de los empeños y también nuestra propia fragilidad y la fragilidad de los que nos rodean.
· entendida no como resignación sino como “tozuda constancia”, voluntad de permanecer con coraje y con ternura a pesar del fracaso